Aunque vivimos más pendientes que nunca de los avances tecnológicos, lo cierto es que cada vez se nos complican algunos términos y diferencias como las que existen entre dos conceptos que están muy de moda, la realidad virtual (VR por sus siglas en inglés) y la realidad aumentada (AR).
¿Recuerdas aquel ojo de visión roja con títulos y etiquetas que tenía Terminator? Eso es realidad aumentada. Si tú estuvieras viendo la película en una pantalla de cine y rodeado de unas butacas creadas por ordenador mientras usas unas gafas como las Gear VR de Samsung, eso sería realidad virtual.
La realidad aumentada, aunque parezca algo mucho más simple de conseguir que la realidad virtual, es un concepto mucho más antiguo que tiene décadas de historia. Diversas universidades, centros tecnológicos y empresas llevan mucho tiempo y dinero invertido en ella, sin embargo, parece que aun estando en 2017 es una técnica que se le resiste a los ingenieros y desarrolladores.
La realidad virtual se ha convertido en un habitual de nuestras vidas gracias a la llegada de las gafas VR. Hay algunas que consiguen una mayor inmersión, como es el caso de las VR de PlayStation, las HTC Vive o las Oculus Rift, y otras mucho más rudimentarias, como son las simples cardboard de Google, que consisten en introducir un teléfono móvil en una caja de cartón con cristales cóncavos y convexos.
Es sorprendente, sí, pero la realidad virtual realmente no tiene mucho más despliegue técnico que un buen entorno gráfico, un excelente sonido y una buena interacción. No es poco y su desarrollo es asombroso, pero es algo cuya complejidad se queda a mucho del reto que supone la realidad aumentada, algo que no solo debe tener en cuenta los criterios comentados anteriormente, sino que además ha de incorporar una perfecta integración con un entorno físico, y ahí viene lo complicado.
Las gafas de Google o Google Glasses, son el dispositivo más popular basado en. el desarrollo de la realidad aumentada. Hace apenas cinco años el mundo miraba esta tecnología como el futuro inmediato de los teléfonos móviles. Hoy por hoy la ilusión se ha desvanecido y Google prepara una segunda versión de sus gafas para intentar corregir muchos de los inconvenientes y trabas que suponía el primero de los modelos.
¿Qué ha hecho detener el imparable crecimiento de la realidad aumentada?
En primer lugar, la autonomía de los dispositivos totalmente destinados a la realidad aumentada era muy reducida. Si se pretende que estos gadgets que solapan la visión real con el mundo digital tengan un futuro próximo, han de estar equipados con una buena batería que sea capaz de soportar varias horas sin realizar una carga. Es difícil, pero no imposible. Cada vez la autonomía es un problema que se tiene menos en cuenta cuando se adquiere un dispositivo móvil, dado que en apenas unos años la capacidad de almacenar energía en las mismas, así como la velocidad para hacerlo; ha mejorado notablemente.
Otro de los factores decisivos es lo lejos que se está aún del reconocimiento visual por parte de inteligencia artificial, al menos a nivel usuario. Esta tecnología, que podría suponer la verdadera revolución aumentada tiene inimaginables aplicaciones en todos los aspectos de nuestra vida. Desde dotar esta tecnología a gafas corrientes para que enfermos con alzheimer puedan identificar a su familia, hasta integrarlos en cascos de operarios que recibirán información en tiempo real sobre el estado de la maquinaria. El gran problema actual es ‘mapear’ correctamente miles de objetos, millones de rostros y efectos para lograr una biblioteca virtual del mundo que percibimos a través de nuestros ojos.
En los próximos años viviremos cada vez más en entornos virtuales pero, como tantas veces hemos oído, la realidad siempre supera a la ficción y lejos encerrarnos en un mundo digital que no existe, lo expandiremos gracias a las líneas de código.